La Piedra del Destino
Una piedra, sin más. Sin ninguna característica que la haga resaltar, ni adornos, ni compuesta por minerales de atractivo valor, pero con siglos de historia y curiosas leyendas que podrían ser la respuesta al por qué de la mundialmente conocida enemistad entre ingleses y escoceses.
Durante mi larga e inolvidable estancia en Edimburgo, de la cual hablaré en alguna otra entrada de manera más amplia, aprendí un sin fin de curiosidades, anécdotas históricas, cuentos populares y mitos que a día de hoy circulan entre la población escocesa. Cada uno de estos relatos tiene algo que indudablemente los hace especiales, pero el que se centra en la Piedra del Destino fue quizá el que más me asombró.
Cuenta la tradición que esta piedra es la que usó el personaje bíblico Jacob como almohada cuando, durante un sueño, tuvo la revelación de la posteriormente denominada “Escalera de Jacob”, una escalera por la que los ángeles subían y bajaban del cielo. Por eso, la piedra se convirtió en un todo un símbolo para la Cristiandad y en un objeto muy preciado que todos los reinos ansiaban custodiar.
Aquí y a modo de dato curioso, voy a hacer un breve inciso, y es que hay un punto en Edimburgo que une Calton Hill, una colina desde la que se pueden obtener unas maravillosas vistas de la ciudad, con la estación de tren. Es una escalera de roca volcánica, empinada y tortuosa que recibe el nombre de “Jacob´s Ladder”, la escalera de Jacob, que muchos operadores turísticos incluyen en su famoso recorrido nocturno bautizado como “El tour de los fantasmas”, y sí, tendréis que aprovechar alguna escapada a esta magnífica ciudad para descubrir las historias que cuentan en este tour y qué pasa con esta escalera.
Volviendo, ahora sí, a sus aún no aclarados orígenes, fue en Escocia, más concretamente en la Abadía de Scone, donde la piedra descansó durante al menos 4 siglos y fue utilizada como elemento ritual en las ceremonias de coronación de todos los reyes escoceses durante la Edad Media.
Es por esta razón que, además de ser conocida popularmente como la Piedra del Destino, recibe otros nombres como la Piedra de Coronación o la Piedra de Scone, que curiosamente también es el nombre de un bollito típico escocés que se toma en el desayuno o a la hora del té.
Después de haberse consolidado como una reliquia perteneciente a la historia de Escocia, Eduardo I, el entonces rey de Inglaterra y que seguramente os suene como el malo malísimo de la película Braveheart, se la arrebató a los escoceses en la batalla de Dunbar allá por el año 1296. La tomó como botín de guerra y se la llevó a la Abadía de Westminster, y por si fuera poca la humillación a la que ya había sometido a los escoceses, decidió colocar la piedra bajo el trono de coronación, la llamada “Silla de Eduardo”, para que los sucesivos monarcas se sentaran encima al ser proclamados reyes, imponiendo así su superioridad y autoridad sobre el pueblo escocés. No sería extraño pensar que, desde entonces, la recuperación de esta piedra haya sido la soñada hazaña que a todo buen escocés le hubiera gustado protagonizar.
Actualmente, la Piedra del Destino se encuentra en el majestuoso Castillo de Edimburgo, después de casi 700 años en poder de Inglaterra. Pero, ¿cuándo y cómo volvió la piedra a su lugar de origen?
Aquí es cuando viene la parte divertida. Oficialmente, en un gesto de hacer las paces y forjar de nuevo amistades con Escocia, el gobierno británico decidió devolver la piedra, que llegó a Edimburgo escoltada por el ejército en 1996 y fue recibida por los escoceses con gran ilusión y ambiente festivo. La única condición que pusieron los británicos es que, en caso de producirse una nueva coronación, la piedra debía viajar de vuelta a Westminster para la ceremonia.
La otra versión no oficial y mi favorita cuenta que la piedra ya había regresado a Escocia mucho antes. Si le preguntas a un escocés, probablemente te cuente que esto pasó de verdad o que incluso conoce un amigo de un amigo que conoció a los protagonistas de esta historia.
1950, noche de Navidad. Cuatro amigos y estudiantes universitarios intercambian opiniones haciendo un recorrido por la historia y hacen alusión al yugo de los británicos sobre el pueblo escocés. En un impulso patriótico de reivindicación, uno de ellos propone viajar esa misma noche a Westminster para recuperar la Piedra del Destino y traerla de vuelta a Escocia. Aquello era una auténtica locura, pero, aun así, consigue convencer a sus compañeros de que ese acto heroico sería respaldado por el pueblo y pasarían a formar parte de la historia. Dicho y hecho.
Se desplazan hasta la abadía, entran y cargan con la pesada roca, pero en su camino hacia el coche, se les escapa de las manos y la piedra se parte en dos. Imaginaos sus caras…
A toda prisa, recogen los pedazos y los meten en el maletero. No pasaría mucho tiempo hasta que alguien diera la voz de alarma y la policía montara un dispositivo para localizar a los saqueadores pero nuestros protagonistas consiguen eludir todos los controles y ya en suelo escocés, ponen fin a su aventura escondiendo la piedra. Deciden enterrarla en un campo de Kent y esperar hasta que pase todo el revuelo para decidir qué hacer con ella.
Finalmente, unos meses más tarde y ante la falta de apoyos de los nacionalistas escoceses que condenaron el robo, la piedra es abandonada en la Abadía de Arbroath y posteriormente transportada de nuevo a la Abadía de Westminster.
Este es sólo un breve resumen de una historia que se ha contado durante generaciones, pero si os ha resultado interesante, existe una película del 2008 que ilustra con algún que otro punto cómico esta peripecia. Supongo que podéis adivinar cómo se titula, ¿verdad?
“Piedra del destino”, como no podía ser de otra manera.
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