Aprendiendo Inglés
El aprendizaje de un idioma extranjero, no es solo conocer las palabras que lo conforman y estudiar las reglas de su gramática. Es además entender la vida desde otra perspectiva.
Porque no basta con comprarte un libro de texto y ponerte a hacer ejercicios como si no hubiera un mañana. No funciona así. Esto va más allá. Hay que integrarse en su cultura y rodearte del idioma en todos lo sentidos.
Algunos pueden pensar que hace falta una inversión considerable para poder llegar a dominar un idioma nuevo, pero realmente se trata de determinación, paciencia y constancia, mucha constancia.
Siempre queremos resultados, y los queremos ya. Error.
Si alguien te dice: “Habla inglés en 4 semanas” no le creas. O créete solo una parte. El truco aquí está en la misma afirmación: Habla inglés en 4 semanas. Si, posiblemente hables inglés en 4 semanas, pero no te dicen si lo vas a hablar bien, mal o regular.
Cualquiera que quiera embarcarse en este viaje tiene que hacerlo con una actitud positiva y con extrema curiosidad.
En mi caso, ya me atraía el inglés desde pequeña cuando mi madre ponía vinilos de Rick Astley y yo agarraba la funda del vinilo donde venían todas las letras. En aquellos años no entendía ni papa, pero era feliz cuando después de escuchar la misma canción 20 veces, finalmente me veía capaz de cantarla y pronunciar más o menos igual que él. Ahí está la clave: imitación.
En los años 90 durante la etapa escolar, la enseñanza del idioma dejaba bastante que desear, porque no se hacía una inmersión como tal. Todos los años era lo mismo. Empezábamos el libro por la UNIT 1 que generalmente era el Present Simple y como mucho avanzábamos hasta el futuro con el Will, y… ¡se acabó el curso! Siempre nos quedaban las últimas unidades por estudiar, y al año siguiente…. ¡sorpresa! UNIT 1: Present Simple. ¿En serio?
Además, los profesores por aquel entonces no hablaban en inglés, las clases eran 100% en castellano. Como mucho leíamos textos cual robots y traducíamos frases.
Pero se olvidaban de una parte esencial: el Listening.
Años después, siendo ya adulta tomé la difícil, aunque ahora retrospectivamente acertadísima decisión de mudarme a Edimburgo. Justo unos meses antes, acababa de finalizar un curso intensivo de inglés que actuó a modo de ruedines para mi bici. Aterricé en aquella tierra húmeda y gris y empecé a pedalear tímidamente hacia mis primeros encuentros con la cultura británica.
Durante los primeros meses, no era capaz de mantener el equilibrio, pero no me daba por vencida. Si me caía de la bici, me volvía a levantar, me sacudía las rodillas y el culete y volvía a subirme.
Todos los días interactuaba con montones de personas. Entraba en un supermercado y me tiraba 1 hora recorriendo los pasillos leyendo todos los carteles que encontraba, los nombres de todas las frutas y verduras, los pescados, legumbres, postres... Y mientras lo hacía, escuchaba las conversaciones de la gente a mi alrededor. Me ponía en la cola de caja, pegaba la oreja y me fijaba en cómo atendía la cajera, qué expresiones usaba con cada cliente.
Cuando caminaba por la ciudad, preguntaba a la gente cómo llegar a ciertas calles o monumentos. Y a la hora de tomar una pinta, siempre acababas hablando con alguien. Hay que reconocer que los escoceses son gente muy abierta y acogedora.
Al llegar a casa, mi rutina de todas las noches: la radio.
Tienes que dejar que el idioma entre por tus oídos y llegue a tu cerebro, cada día, cuanto más mejor. Sólo así, llegará un momento en el que te sorprendas a ti mismo de que finalmente estás pillando lo que dicen. Como decía al principio: constancia.
Además de aderezar tu vida con este ingrediente, hay un enemigo contra el que tenemos que luchar, sobre todo al principio: el miedo.
Cuando estás aprendiendo un idioma, tienes miedo a que se rían de ti. Ese miedo estúpido mezclado con vergüenza que nos hace bloquearnos y, a veces, hasta pronunciar mal palabras que sabemos perfectamente como se pronuncian. Pero dejadme deciros que nadie se va a reír de vosotros. Todo lo contrario. Por norma general, cuando alguien extranjero se acerca a nosotros y no habla bien castellano, ¿qué solemos hacer? ¿Nos reímos de él o ella? ¿O le tendemos la mano y le ayudamos haciendo todo lo posible para entenderle? Pues eso es exactamente lo que ocurre cuando nosotros queremos comunicarnos en una lengua que no es la materna. Así que cero miedos, no nos aporta absolutamente nada.
A partir de aquí, sólo es cuestión de combinar todo lo dicho y dejar que el idioma entre a formar parte de tu vida. Empieza por cosas que realmente te interesen. ¿Te gusta la moda? Lee revistas de moda en inglés, busca videos en internet sobre ese tema. ¿Eres fan de los Rolling Stones? Escucha sus canciones y lee sus letras, imítales. ¿Te interesa la naturaleza? Pues lo mismo. Documentales en inglés, libros, podcasts, etc.
Nuestro teléfono móvil puede ser un gran aliado en nuestra andadura, tenemos acceso a internet, podemos escuchar audios y podemos agenciarnos un diccionario para consultar todas esas palabras nuevas que vayan apareciendo.
Haz que tu rutina diaria sea en inglés, en tu cabeza. Sé el narrador de las pequeñas cosas que haces cada día, desde que te levantas hasta que te acuestas. Siéntate en el sofá y mira a tu alrededor, describe objetos. Todos estos ejercicios te ayudarán a mejorar poco a poco.
Todo el mundo está capacitado para aprender un idioma. Y recuerda, si hablar inglés fuera tan difícil, ¿lo hablaría tanta gente en todo el mundo?
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